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Aprendizaje de hoy | La proeza en estos tiempos es mantener la sonrisa, la actitud no violenta y la calma. No sólo mantenerla sino promoverla, hacer que se repita como un hábito: todos los días. Podemos culpar a los demás (pareja, hijos, progenitores, amigos…) o al mundo (bancos, jefes, desempleo, Gobiernos…) por nuestra situación actual, pero la verdad es que nadie vendrá a solucionarla por nosotros. Culpar, descalificar y mantenerse en un estado continuo de ansiedad no resolverá nada, querer que el estrés desaparezca por arte de magia tampoco funciona. Quejarse todo el tiempo de una manera compulsiva y sin orientación hacia un logro elegido sólo mete más presión. Viene bien tomarse un rato todos los días para estar en paz, para darse las gracias por lo que sí hemos logrado hasta ahora individualmente, como pareja o  familia, darle su justo y válido lugar a las pequeñas acciones que hacemos para mejorar la situación actual. Paciencia. No por mucho madrugar, amanece más temprano.

La queja, mejor aún la crítica que se exterioriza luego de la reflexión y una toma de responsabilidad personal sobre la situación que vivimos, es algo válido y ayuda a mejorar cuando se hace con una actitud constructiva. Lo que paraliza es la queja a toda hora, sobre todo la queja mal orientada, culposa, ansiosa, destructiva. La queja constructiva pasa por tener recursos personales que nos permitan manejar la frustración, a mí me viene bien tener una «válvula de escape». Puede ser una actividad como bailar, pintar o simplemente salir a caminar alrededor de la manzana cuando sientas que te «desbordas», este sencillo acto te ayudará a tranquilizar la mente, bajar la ansiedad y a tomar decisiones en un estado de equilibrio personal.

Feliz día,
Nadir Chacín
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la-queja-9788449327414Jueves de libros | «La queja. De los pequeños lamentos a las protestas reinvindicativas», de Julian Baggini, Paidós Ibérica, 2012.

«Martin Luther King y Nelson Mandela propiciaron cambios que empezaron con la queja de que el status quo estaba equivocado y tenía que cambiar. Las quejas han hecho avanzar a la sociedad y han llevado a la abolición de la injusticia, pero hoy en día se asocian fundamentalmente a lamentos sin trascendencia y pleitos frívolos. Para reivindicar la queja como una fuerza positiva y progresista, necesitamos saber de qué nos quejamos equivocadamente y por qué. Este libro–el primero de su naturaleza–explora los diferentes tipos de quejas de la gente, desde la contradictoria y la contraproducente a la paranoica. Pasamos buena parte de nuestras vidas afrontando la distancia que hay entre cómo son las cosas y cómo deberían ser. ¿Debemos quejarnos o perseverar? ¿Debemos dirigir nuestra insatisfacción hacia los demás o asumir nosotros la responsabilidad? ¿Y cómo poner en práctica estas decisiones? Este libro–un fascinante análisis de una parte esencial de la condición humana–le ayudará a responder a estas preguntas.» Casa del Libro

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