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A Adela Lemus

Hace días que no escribo. Estoy tratando de utilizar menos los artefactos tecnológicos, vivir más y mejor mi vida off-line que la on-line. Por trabajo paso muchas horas pegada a una computadora y a los devices de todos los tamaños, contestando mails, mensajes por WhatsApp y publicando contenidos digitales en las redes sociales. A dichas horas se le suman las que habitualmente dedico a mis propios espacios on-line como este blog y mis distintos perfiles personales y profesionales en las redes.
Confieso que son un montonal de horas de tecnología, clics y virtualidad para un solo ser humano. La tecnología es una aliada poderosa, pero como cada circunstancia o condición de vida que decidimos vivir, consciente o inconscientemente, cuando “algo” comienza a absorber demasiado mi atención y a desconectarme de mí misma, de mi mente, de mi cuerpo y de las cosas que más me importan me detengo, hago un sano STOP, reflexiono y re-planteo un acuerdo nuevo de mi Yo… conmigo misma.
A menudo cuando algo comienza a absorberme para “bien” o para “mal” decido hacerme muchas preguntas, me cuestiono. Eso me hace madurar y crecer. Me ayuda a aumentar la fidelidad que siento por el ser humano que deseo SER y a re-construirme cada tanto, me ayuda a estar más lejos de las falsas imágenes de mí misma que me vende mi ego y que suelo comprar (bien caro) para obtener alguna ganancia secundaria. Me pregunto con mucha valentía: ¿qué necesidades no resueltas tengo, cómo estoy tratando de llenar el vacío que me producen, si estoy optando por el exceso de “algo” o por la negación o apegándome demasiado a algo ilusorio o “torcido” o “fantasioso”? ¿Por qué he tenido hasta ahora tanto apuro en desconectarme de lo cercano (personas, noticias, conocimientos, experiencias, sentimientos, realidades, etc) y de conectarme con lo lejano?
Este fin de semana, aprovechando la visita de mi hijo, hemos salido de viaje a Andorra y Lérida. El jueves decidí desconectarme radicalmente de mi vida virtual y estar muy atenta de lo que sentía y de mi actitud hasta este instante en el que les escribo. Han pasado 4 días y sus noches, horas y horas, he mirado si algo malo sucedió en mi ausencia, en tema personal y laboral, y todo está en absoluto orden. Yo me siento muy bien, salvo por algunos momentos de ansiedad y de falso aburrimiento, no me pasó nada por apagar los cacharros electrónicos y mantenerme al margen de la tecnología mientras otros a mi alrededor la usaban. Por momentos me sentí como un adicto que deja una droga. También vi la facilidad con la que nos alejamos de la vida (de «experienciar») y nos conformamos con algún sustituto, llámese televisión, leer las noticias, revisar compulsivamente el móvil o el mail, hablar con alguien que está lejos cuando tenemos a una persona enfrente y un largo etcétera.
Entonces… me pregunté más sobre mi ansiedad al estar desconectada del mundo virtual, me pregunté más profundo aún sobre mi necesidad de estar siempre en control de lo que suceda. ¿Es posible estar en total control? No, Nadir, no es posible. Eso me dije y créanme que sentí alivio. Lo más gracioso es que viendo mi propia realidad y analizándola, no hay ni una sola vez en la que me haya desconectado de mis habituales rutinas y haya pasado algo vital, algo malo o bueno que no me haya enterado. La vida tiene su ritmo, los apurados o las apuradas, las ansiosas y los ansiosos somos nosotros. Comenzaré a preguntarme más a menudo por mis necesidades. He detectado que los seres humanos, la mayoría, tenemos poco entrenamiento en eso de saber cuáles son nuestras verdaderas necesidades y canalizar nuestros comportamientos por un camino que nos asegure que dichas necesidades estarán cubiertas o tendrán una probabilidad alta de estarlo. Tenemos mucha confusión (yo incluida en el paquete) y pocos recursos que nos permitan ser sabios, sabias, en este sentido específico de detectar necesidades y saberlas nosotros y saber cómo comunicarlas de una manera sana a los que nos rodean.
Me ha ayudado mucho el libro de la “Comunicación No Violenta” de Marshall Rosenberg, definitivamente ha pasado a ser uno de mis libros de cabecera. Me siento feliz de haberme topado con Amalasiri y que me lo haya recomendado. Leeré más de este libro y les comentaré mis impresiones cuando lo termine. Se los recomiendo desde ya. También les recomiendo -como hice ayer- tratar de hacer una lista de cuáles son sus necesidades más básicas que ahora mismo no están siendo cubiertas. Las necesidades están siempre relacionadas con un sentimiento. Hagan un acto de valentía y cuestiónense a ustedes mismos, a ustedes mismas. Que les sirva esta sencilla frase que pueden completar para conectar un sentimiento que ahora tengan con una necesidad no satisfecha: “Me siento… porque yo…”.

Hasta pronto y feliz nueva semana,
Nadir Chacín
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1 comentario

  1. […] calle. Te sientes incomprendida/o y juzgada/o. Cargas con vergüenza y culpa. También con vicios y malos hábitos. A menudo te sientes como una/un […]

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