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Este post es un borrador útil, una indagación nadiriense temporal e imperfecta, un acercamiento conceptual a lo que no puede «atraparse» mediante conceptos.

La pregunta que me hice desde el “Detrás de cámaras” del 2014 ha sido mi pregunta existencial desde que tengo uso de razón: ¿Cuál es mi misión de vida? De dicha pregunta se desprende otras sub-preguntas que han sido tema de muchos posts en este blog: ¿Qué quiero hacer? ¿Hacia dónde voy? ¿Cuáles son mis prioridades? ¿Cómo articulo lo que necesito hacer con lo que estoy viviendo ahora? ¿Cómo puedo encaminar mis pasos para obtener lo que necesito sin dejar a un lado la ética? ¿Quién soy realmente? ¿Cómo puedo dejar de sufrir? ¿Qué hago aquí? Las preguntas se reproducen como conejos y a mí me interesa la dimensión profunda del existir. Soy una «auto-curiosa”. Así que año tras año veo cómo mis condiciones de vida se van modificando y vivo un sinfín de situaciones agradables, desagradables o neutras, las unas tras las otras, relacionadas entre sí. Estas condiciones de vida surgen en dependencia las unas de las otras, así como surgen, así se desvanecen. Es el fluir de la vida de cualquier ser humano, es la huella de la impermanencia, y no podemos detener ese proceso mientras sigamos vivos. No puedo detener mi fluir como ser humano que soy. Sin embargo, sí puedo revisar el cómo yo estoy viviendo mi existencia biológica, me refiero a cómo son mis emociones, mis sentimientos, mis pensamientos y mis acciones, porque de ese “cómo yo estoy viviendo” dependen la cualidad/calidad de las condiciones futuras que generará mi estar en el presente.

Todas mis experiencias humanas surgen en dependencia de la cultura en la que vivo también, de los modelos de vida que he aprendido y que me permiten adaptarme a los cambios del medio, y no son productos sólo de la genética. La cultura que aprendo a diario de miles de fuentes de información tiene una función biológica/adaptativa, pero no tiene la última palabra. A esa «última palabra» yo le llamo mi Cultura Personal y es el bastión de la Autonomía. Mi Cultura Personal me permite elegir en qué invierto mis esfuerzos y hacia dónde quiero que mis esfuerzos me conduzcan como ser humano.

No es algo baladí, este asunto de elaborar concienzudamente una Cultura Personal adaptada a los tiempos en los que vivo, que tenga más foco… más ética, más responsabilidad, más consciencia. Como bien dice Marià Corbí nos tenemos que esforzar en construir nuestras propias certezas y hacerlo de una forma más positiva, ya que éstas tendrán consecuencias para nosotros y para nuestra especie. Cito este fragmento de su libro “Hacia una espiritualidad laica” que me resulta una indagación inquietante y mega oportuna.

Dependemos del flujo de información, 100%, y esa información la creamos nosotros no la crean ni los dioses ni las religiones, ni siquiera las ciencias como tal. Esto nos ha llevado a una modificación de la idea de certeza, somos dependientes ahora de las motivaciones y convencimientos que nosotros mismos construimos, además somos conscientes totalmente de eso. Son certezas de creación no certezas de revelación ni certezas de descubrimiento.

Gracias al lenguaje humano y a mi relación con los otros seres humanos a través del lenguaje, yo puedo incidir y modificar en mi realidad, en mis interpretaciones del mundo y en mi existencia y en la de los demás. Entonces, ¿por qué no ejercer esta capacidad biológica de una manera más consciente y digna? Si yo fuera un perro, por ejemplo, estaría atrapada en una única lectura de la realidad por mandato de mi genética. ¡Por fortuna nací humana en este cuerpo efímero y tengo un pensamiento abstracto, simbólico! Por eso me agrada cavilar intencionalmente, hacer reflexiones profundas y constantes y expresarlas hablando o por escrito, también me gusta compartirlas e intercambiar interpretaciones con los demás, sin olvidar que mis cavilaciones son construcciones mentales. Escribir sobre mi vida me ha regalado la fortuna de auto-pensarme. Cuando escribo organizo mis ideas y las someto a un escrutinio que me permite -si así lo deseo- modificar su contenido. La Cultura me permite crear modelos de interpretación y de valoración del mundo que me ofrezcan las motivaciones para seguir existiendo, pero no de una forma restrictiva, ya que existen otras fuentes de motivaciones que van más allá de la estructura de mi psique. A mí me interesa existir de una manera amable para conmigo misma y para con los demás, no sólo sobrevivir y perpetuar la especie humana.

La Cultura como producto colectivo ha sido construida como una guía para la supervivencia de la especie, en cambio la Cultura Personal, dependiendo de cómo la construyas, te puede abrir al vivir, y si consideras también desarrollar y cultivar el «ir más allá de la mente” dicha Cultura Personal se enriquece y se convierte en un modo de Ser, aquí y ahora, en un estado del Ser.

Lo que más me agrada de seguir viva es que siempre tengo la libertad de re-definir mi existencia a partir de mis experiencias y de mi nueva compresión acerca de lo que he vivido y de lo que estoy viviendo ahora. Esa libertad es inalienable, en otras palabras, nadie puede quitármela aunque yo quiera darla por las razones que sean. Todos los seres vivos venimos al mundo con una serie de características definidas genéticamente. El caso de los seres humanos es diferente, no venimos con todo definido. Los humanos tenemos que enfrentarnos con que, a diferencia del resto de los animales, hay una serie de detalles de nuestro vivir que están indeterminados y que nosotros tenemos que construir y desarrollar para volvernos unos organismos viables y especialmente para ser unos seres humanos tranquilos, ecuánimes, felices. La búsqueda de la felicidad necesariamente tiene que extenderse por encima de la mera existencia mundana. Para mí el estudio de los textos sagrados de la mayor parte de las religiones ha sido un aliciente. En especial los del Budismo. Son guías sobre cómo construir lo que no está determinado por nuestra genética. Son un repositorio de Sabiduría y Visión Clara. Adentrarse sin sumisión a las metáforas y a los mitos que han producido hasta hoy las religiones con una actitud de libre indagación puede resultar muy útil y esperanzador. El cultivo de la espiritualidad, que no de la religión como lo hemos hecho hasta ahora, es esforzarnos en trascender nuestras necesidades como organismos necesitados, condición que compartimos con los demás animales. El desarrollo de la espiritualidad es ir más allá de nuestra valiosa y operativa animalidad. ¿Por qué no arriesgarse un poco? Namasté, Nadir Chacín Visítame en Facebook y Twitter


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