aldabaA mi querida sobrina Ariana H. Markowitz

Hoy, desde que me desperté, llevo puesto un calcetín negro y uno blanco. Cuando siento que mi vida se está yendo “a pique” o, por el contrario, está “demasiado elevada” suelo ponerme los calcetines de esta forma, es un recordatorio.

Me recuerdan que a cada instante están sucediendo experiencias agradables y desagradables al mismo tiempo. Me recuerdan que a cada momento estoy realizando acciones que tendrán sus consecuencias más adelante. Me recuerdan también que, aunque mi cerebro y el del resto de los seres humanos está diseñado para prestar más atención a las experiencias desagradables (cuestión de supervivencia), yo puedo elegir a qué parte de mi experiencia le “doy cuerda”, le presto más atención y a cuál le doy “alimento” para que crezca y se repita.

A veces pensamos con demasiada ligereza y sin darnos casi cuenta que la vida, las demás personas, el Gobierno, los jefes, la familia o las parejas… nos meten el pie a propósito para que nos caigamos. ¿Qué tan cierto es eso? ¿Te lo has preguntado?

Para mí esta idea o creencia errónea surge de una postura de “víctima de las circunstancias” y sólo acentúa el sesgo negativo que de por sí ya tienen nuestras percepciones, sentimientos, emociones y acciones. Y, ¿cuál es la consecuencia de esa creencia? Que mientras más atención le prestamos a lo que nos resulta desagradable más cosas desagradables hacemos que sucedan.

La manera en la que percibimos lo que sucede y las acciones automáticas que se desencadenan como reacción (reactividad, resistencia) a dicha percepción se convierten en la inclinación de nuestras futuras percepciones. Esto establece un hábito recurrente, una forma en la que se repiten automáticamente los mismos patrones mentales y emocionales, la mayor de las veces tóxicos.

No creo que haya personas que voluntariamente deseen sufrir y sentirse insatisfechas con sus vidas y consigo mismas. Tampoco creo que la mala voluntad sea parte de la naturaleza humana.

Lo que sí sé es que hay demasiadas personas que se creen víctimas de absolutamente todo, personas que han soltado las riendas de sus vidas sin darse cuenta y que no encuentran salidas. Personas que sufren. Sufrimos de más, sin necesidad. Y ese sufrimiento (o esa insatisfacción profunda) no es algo con lo que tengamos que resignarnos a vivir.

Este post podría llamarse “La puerta abre hacia dentro” porque la respuesta a todas las preguntas existenciales que nos hacemos, las salidas (o entradas) a todos los problemas o situaciones dolorosas que vivimos, todas las herramientas capaces de liberarnos de lo que nos oprime, están dentro de nosotros mismos, ahora y aquí. No hay que buscarlas afuera, no hay que buscarlas en el futuro ni en el pasado, allí no encontraremos nada útil, de verdad útil. La puerta se abre hacia dentro porque es adentro el lugar y es ahora el momento.

La próxima vez que quieras “cagarte en la madre” de alguien o te sientas inclinada/o a echarle la culpa a algo por tus circunstancias actuales “imagina la puerta”… ve a su encuentro…vuelve toda tu atención plena (mindfulness) e interés hacia ti misma/o, hacia tu experiencia, hacia tus necesidades, tus emociones, tus pensamientos, préstale toda tu disposición limpia, pura, sin juicios, sin generar culpas, a lo que sea que te está sucediendo y espera pacientemente… la puerta se abrirá.

¡Comprométete con tu vida, contigo primero, y deja a los demás en paz (o como quiera que deseen estar)! Ellos ya harán su trabajo cuando toquen fondo. Eso no es egoísmo, es inteligencia, es amabilidad, es compromiso ético. La única manera de crear una sociedad amable y una familia amable y una escuela amable es que cada quien se haga cargo de sus estados mentales y emocionales, de la inclinación de su mente, de su cuerpo, de su corazón. La verdadera libertad comienza cuando entrenas tu mente y tu corazón y los conduces voluntariamente hacia un camino más amable, más humano.

La puerta se abre hacia dentro, deja de patearla, empujarla, gritarle, insistir obstinadamente, nunca lograrás que se abra hacia afuera. Además afuera no está lo que necesitas, que ¿cómo lo sé? Te respondo con otra pregunta: ¿Acaso tu larga lucha a patadas y empujones contra la puerta -tus medios habituales- ha hecho que esta se abra? ¿No crees que vale la pena intentar otra estrategia?

Te contaré algo personal. La primera mejor decisión que he tomado en mi vida ha sido la de tratar incansablemente de dejar de culpar a los demás o a algo fuera de mí por las cosas que no me gustan o me resultan desagradables o difíciles. La segunda mejor decisión ha sido la de tratarme con amabilidad sobre todo cuando me siento rota y no esperar a que alguien más venga a hacerlo por mí. La tercera ha sido la de meditar todas las mañanas. La cuarta la de compartir contigo, la de escribir. ¡Gracias por leerme! Te volveré a hacer la pregunta: ¿Qué harás la próxima vez que quieras “cagarte en la muelas” de algún supuesto enemigo?

Nadir Chacín
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