By Úrsula Fuentesberain
By Úrsula Fuentesberain

Tenemos un montón de goteras en nuestra realidad.
Philip Dick

· Reflexión ·

Pareciera que los humanos nos «contagiamos» «las cárceles» mentales a través de nuestros vínculos relacionales. Tratamos consciente o inconscientemente de arrastrar a las personas de nuestro entorno hacia los miedos y las limitaciones que nosotros nos hemos impuesto a nosotros mismos. Tratamos de mimetizar a los demás, de «obligarlos» a construir la visión del mundo de la forma en que nosotros lo hacemos. Quizás sea nuestro genuino y torpe intento por querer compartir con los demás, como si los humanos sólo tuviéramos la posibilidad de compartir el miedo y la culpa.

Me pregunto: ¿Por qué no hemos aprendido hasta ahora que también podemos compartir las experiencias directas que tenemos en nuestro contacto con el mundo sin compartir el juicio, las prenociones, la “basura” mental? ¿Por qué son tan peligrosas para el orden establecido las personas que desean compartir la vida? ¿Será que temen que una vez conectados entre nosotros seamos más fuertes, menos manipulables, más humanos? Nosotros hemos creado este orden de las cosas, ¿qué esperamos para crear uno nuevo, uno que nos permita no ser “zombies” que funcionan por piloto automático?

Sea cual sea la motivación para tener este comportamiento tan humano me queda claro que nos autogeneramos sufrimiento y se lo generamos a otras personas. Teniendo una mirada compasiva, resulta que ese comportamiento es tan humano como cualquier otro comportamiento. Que lo tengamos no es la razón del sufrimiento, el sufrimiento se genera por la frecuencia casi neurótica con la que repetimos dicho comportamiento. ¿No valdría la pena dejar de repetir lo que nos daña y tratar de aumentar la frecuencia de un comportamiento más sano que reduzca nuestro sufrimiento?

Si no aprendemos pronto a conectarnos más con el presente, si no aprendemos a diferenciar nuestras experiencias directas de las elucubraciones mentales que construimos sobre ellas, a separar la “basura mental” de la experiencia genuina, no podremos compartir lo que realmente vale la pena compartir en esta vida que es la vida misma. Compartir “la basura” que construimos mentalmente, no es compartir. Disfrutar de la maravilla de estar vivos sin auto-atropellarnos puede ser un buen comienzo.

Namasté,
Nadir Chacín
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