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Cada viernes buena parte de la humanidad siente que se escapará del agobio y la presión del ‪trabajo‬ y tendrá por fin unos días para el sí mismo, para la ‪familia‬ y para las cosas que más aprecia en su vida.

¿Cómo llegamos a esta realidad consensuada en la que el espacio personal de las querencias más profundas ha perdido valor y reconocimiento social?

Pareciera que quien disfruta del sí mismo y de sus seres queridos es un perdedor, un pasota, uno que tiene sus prioridades invertidas. Es cierto que el desempeño ‪‎profesional‬ es una fuente de ‪satisfacciones‬ y crecimiento personal, no obstante al volverlo un asunto codiciado y competitivo o una fuente de reconocimiento obsesivo y determinante por sí mismo, que sólo puede tenerse cuando lo colocamos por encima de nosotros mismos y de nuestras querencias, este termina conviertiéndose tarde o temprano en un territorio agrio, en el que el disfrute del hacer suele escaparse fácilmente.

¿Cómo regresar a tener espacios para el ser, para la ‪contemplación‬ o para la ternura sin sentir que «estás perdiendo el tiempo» o «perdiendo dinero»? ¿Cómo crear un torrente social y cultural que devuelva a la ‪‎calma‬ y a la ‪‎tranquilidad‬ personal y al contacto tierno y atento con los otros su exacto peso restaurador, de riqueza y de expansión de nuestra condición humana? ¿Cómo lograr que el trabajo deje de ser -para una gran parte de nosotros- el sistema de ‪‎esclavitud‬ del siglo XXI?

Nadir Chacín
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1 comentario

  1. […] esclavitudes del siglo XXI como el yugo de la explotación laboral, el «no llegar a fin de mes» o las hipotecas parecen «menos» tortuosas, sin […]

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