"Caminando sobre la luz", de la fotógrafa Altamar
"Caminando sobre la luz", de la fotógrafa Altamar

 

«El deseo es el portavoz de uno mismo.»
El alma está en el cerebro, Eduard Punset
El deseo pertenece a la dimensión de lo indecible, lo que no puede decirse con palabras. Está relacionado con -lo que se llama en psicoanálisis- la falta, en palabras más sencillas, lo que se desea y que está en falta pertenece al ser mismo, no es la falta de esto o de aquello, sino del ser. Es algo constitutivo del humano. Esa falta ocasiona el surgimiento del «deseo de». «El deseo es la aspiración por algo que no se posee», decía Tomás de Aquino. Yo añadiría que «no se posee en uno mismo».
El deseo no es objetivable (no es un objeto ni una persona ni un hecho ni una meta…), en «los objetos» se encuentra parte de la dimensión del deseo, están inscritos en el orden del deseo, pero no son el deseo. De allí que la mayoría de las veces aunque logres tener ese «objeto» en el cual crees que está tu deseo no te sientes satisfecho del todo, porque realmente el objeto no es el deseo en sí mismo. Esto es muy importante cuando nos sentimos insatisfechos, entender cómo opera el deseo y qué es, es de gran ayuda en tiempos difíciles.
La realización del deseo se conjuga en transitivo como el deseo mismo, el deseo siempre está siendo transitivamente. Es un asunto de tránsito, de movimiento, de continuo cambio. Nunca hay una obtención directa del deseo, un proceso ya acabado, sino una realización, un acercamiento, un ir realizando el deseo. Toda pregunta sobre el deseo, obtendrá una respuesta diferente dependiendo del lugar, del momento o el instante de la historia desde el cual se realiza la pregunta. No puedes llegar a él como quien llega a una meta y le dan una medalla, siempre estás deseando, eso nunca termina ni terminará.
«No hay manera de bañarse dos veces en la misma corriente; las cosas se disipan y de nuevo se reúnen, van hacia el ser y se alejan del ser», decía Heráclito.  El deseo moviliza la vida, es su combustible, es la capacidad de dirigir toda tu voluntad hacia aquellas acciones y objetos que te den disfrute o te aporten un beneficio. Pero esas acciones y objetos no son el deseo…
El deseo es simbólico y profundamente subjetivo, eso quiere decir que siempre está relacionado con «mucho más», no sólo con las razones y cosas que tú piensas o con el objeto de tu deseo directamente. Cada quien tiene los suyos, sus deseos, y tienen características peculiares en cada persona. Es también inconsciente, está dentro de tu constitución psíquica operando a veces sin que tú te des cuenta. Movilizando tus actos, sirviendo de base para tus juicios y demás, pero no lo notas, así funciona: invisible, silencioso pero con mucho poder. Un símbolo es una representación de la realidad pero no es la realidad misma. Por eso se dice que el deseo es simbólico, no describe ni trata con algo real, físicamente real.
El lenguaje ha servido al humano no sólo para comunicar sino también para reflexionar y conocer, eso distingue el lenguaje humano del lenguaje de los animales. Las acuerdos sociales son los que hacen que cuando alguien desee comunicar algo lo diga de cierta forma, una convención, por lo tanto los símbolos deben ser aprendidos y cambian de un lugar del mundo a otro. También es posible que lo que para alguien significa una cosa para un otro signifique todo lo contrario, a veces dichas convenciones fallan, y fallan más de lo que desearíamos, incluso dentro de un mismo país e idioma. Entonces, un símbolo no posee un significado si no el que se le asigna de manera arbitraria.
El ser humano es en esencia un animal simbólico, el único (aunque se han descubierto algunos rasgos de simbolización en los grandes primates y en el delfín). Por lo tanto, y esto es de suma importancia, lo natural en el ser humano es siempre un producto a construir, en otras palabras no hay nada natural en nosotros, lo que somos deviene, por lo que se sostiene que «lo humano del humano» no es innato. 
La historia del psicoanálisis y de la psicología ha permitido entender que el ser humano se diferencia de la mayoría de los animales porque NO está regido por instintos. Freud fue el primero en proponer que aquello que «nos mueve» a los humanos se llaman pulsiones. La pulsión es un proceso dinámico que tiende a movilizar al sujeto hacia un fin. Existe una pulsión de vida, llamada Eros. Conduce hacia lo creativo. Tiene una contraparte, siempre en oposición, la pulsión de muerte, Tánatos, que conduce hacia la destrucción. Existe una suerte de equilibrio entre ambas pulsiones. Eros tiende a unir, y Tánatos a deshacer y separar. Lo que en realidad constituye al ser humano es este conflicto entre Eros y Tánatos, su psique está construida por y desde ese conflicto. 
Una característica de las pulsiones es que actúan de forma insconsciente, nos enteramos de que existen únicamente a través de sus efectos sobre los «objetos» que nos causan deseo. Las pulsiones se sirven de esos objetos para obtener bien sea su satisfacción (Eros) o su destrucción (Tánatos). Eso significa que no hay pulsiones puras sino parciales, no tenemos acceso a la pulsión como un objeto de la conciencia (conscientemente), lo que conscientizamos es su representación. Tenemos noción del objeto empujado por la fuerza de la pulsión no de la fuerza en sí misma o la pulsión.
Veamos algo práctico que surge de estas reflexiones teóricas
Hay diferencias entre lo que anhelas, lo que quieres y lo que deseas.
El ser humano sólo puede reconocer abierta y conscientemente lo que anhela y lo que quiere, pero nunca lo que desea. Se acerca a lo que desea y puede reconocer qué cosas, actividades, acciones y personas lo acercan a su deseo, pero el deseo no puede advertirse del todo, es inasible, subjetivo e inconsciente.
Lo que anhelas está muy relacionado con algo ideal, es el objeto idealizado del deseo. En palabras terrenales: imagina la descripción de tu hombre o mujer ideal. Esta descripción no obedece a nada real, sino a una construcción inalcanzable. Es una idea, no es realidad. Para estar más tranquil@ en la vida es necesario saber y entender que todo ideal es una utopía, es importante porque moviliza, produce ensoñación, te incita al cambio, pero no hay que olvidar que es una idea, lejana, y no es real. Aunque tampoco debe renunciarse al anhelo, es necesario en tanto idea que induce al movimiento, nos sirve como referencia, pero lo anhelado siempre, SIEMPRE, será diferente de lo que alcances y obtengas en el mundo objetivo y material.
Lo que quieres es algo más pragmático, está relacionado con el mundo operativo, del día a día, donde te mueves y accionas tu vida. Quiero terminar mi carrera, tener una relación estable de pareja, ganar más dinero. Lo que quieres es realizable concretamente como lo planteas, es real y cercano. Si está inscrito en el orden de tu deseo, es decir, si se relaciona con éste, te dará satisfacción y placer, si no lo está, te aportará sufrimiento.
Lo que deseas es siempre inconsciente.
Puedes ser feliz sabiendo lo que anhelas y quieres y haciéndolo, aunque no tengas muy claro (y nunca lo tendrás) cuál es tu deseo. Cuando logras la felicidad y la satisfacción, como yo lo veo, has logrado «caminar» sobre lo que anhelas y quieres y ese camino es el mismo camino de tu deseo. Si eso ocurre, y no ocurre solo y por azar sino que hay que hacerlo por motivación propia, esta tríada de anhelo, querencia y deseo están en la misma sintonía, actuándo con una sinergia poderosa.
Para obtener información sobre dónde está tu deseo y acercarte a él, hace falta auto-análisis.
¿El auto-análisis… qué es?
Lo que más fácil identificamos en nuestra vida es la insatisfacción y el dolor que produce. Ha surgido algo que te molesta, que te estorba, que no te hace feliz. En psicoanálisis se le llama «síntoma», es una señal de algo que no va bien dentro de ti, que te incomoda; cuando el síntoma surge, aparece, la persona es capaz de darse cuenta que existe y se pregunta ¿qué me pasa?, está buscando explicaciones, razones, significados con respecto a lo que siente y lo aqueja. Ese es el principio de todo. Darse cuenta que algo anda mal en uno mismo.
Con el tiempo y con mucho trabajo la persona notará que ese «síntoma» del cual quiere deshacerse es la mismísima puerta hacia lo que le pasa, es muy importante, porque el síntoma tiene su propia manera de comunicar «cosas», verdades sobre uno mismo que se mantenían invisibles hasta el momento para la persona que las sufre, para ti. La mayoría de las personas que llegan a una consulta con un psicólogo o psicoanalista (o a este blog) desean desahacerse de lo que les produce dolor, y con las sesiones (o lecturas), descubren que en eso que les duele está la clave, la salida. Abrazar eso que nos duele es un paso relevante para la cura, abrazarlo en el sentido de urgar en él, conocerlo mejor, hermanarlo de alguna manera, integrarlo y no reaccionar contra él.
La única manera de encaminar tus acciones por la via de tu deseo, de caminar sobre su camino, es preguntarse sobre él, sobre el deseo. Las auto-preguntas sobre tu deseo pueden hacerte descubrir que has estado llevando una vida que te aleja de tu deseo, aunque en el fondo creas tener lo que has querido.
El síntoma, ese sensación de frustración, puede revelar que incluso teniendo lo que has querido, hay algo que está mal, algo triste o doloroso en ti p para ti. Hay personas que identifican el sufrimiento más fácilmente, de plano no están conformes ni tienen lo que quieren, otras han colocado tantas barreras, ha reprimido tantas cosas, que no logran verlo, pero sí logran saber que algo anda mal en ellos mismos. Logran ver los efectos de eso que está caminando chueco en la vida cotidiana, eso que está escondido causando estragos en su alma, en su interior.
Sobre mi experiencia con el psicoanálisis lacaniano
Cuando empecé mi análisis psicoanalítico, muy doloroso al inicio y restaurador a medida que avanzaba, a veces sentía y decía: prefiero no saber. Vivir en la ignorancia. Afirmaba: quiero ser como esas personas que viven una vida tranquila haciendo lo que hacen y no se andan preguntando nada sobre sí mismos, ni tampoco sobre lo que hacen, anhelan, quieren o desean.
Descubrí que aunque no supiera las razones de mis síntomas y menos aún cuáles eran los traumas que tenía, yo vivía con y a través de mis traumas personales, de mis pequeñas tragedias aún invisibles. Allí estaban y yo vivía afectada por ellos sin conocerlos. 
Fue un reto imposible de describir con palabras, lo que sí aseguro es que hoy, luego de un largo aprendizaje sobre mí misma, sobre mi historia personal, me siento más tranquila, en paz y restaurándome. Mi vida dio un giro radical, me acerqué más a mi deseo y lo disfruto… (y aún sigo indagando).
Con amor, T.R.
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5 comentarios

  1. […] filosofías y religiones de todo el mundo. Es condición también de lo humano en tanto que somos animales simbólicos. Es inevitable la comparación, El Colgado me recuerda a Simón Pedro, Simón Bariona, mejor […]

  2. Hola, Agustina ;)
    ABrazos,
    Nadir

  3. Me encantó!
    otra argentina :)

  4. Hola Susana
    Gracias por tu comentario. Vaya que no son los mismo, no. Qué bueno que estás en análisis. Soy una fan total del psicoanalisis. Estuve en diván unos 7 años y me sirvió mucho.
    Saludos,
    Nadir Chacín

  5. Excelente art. justamente estoy en mi análisis trabajando sobre el «deseo» menudo tema. Muy bien tratado por la autora del mismo.»Ganas y deseo» no es lo mismo, me decia mi terpeuta la sesión pasada. Y me encuentro con este tema volcado aquí. Abrazo. susana. (una mujer argentina)..

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