Cartel
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Sólo un sueño (Revolutionary Road, Sam Mendes, EEUU/Reino Unido, 2008)

El esperado regreso de los actores de Titanic, Leonardo Di Caprio y Kate Winslet, ha sido una grata (y demoledora) sorpresa. Basada en la novela literaria Revolutionary Road de Richards Yates (1960-1992), la película trata de un matrimonio joven, Frank y April Wheeler, aparentamente feliz que vive en una zona residencial de Connecticut con sus hijos en los años cincuenta. Han tenido buenos momentos juntos, pero también experimentan el desgaste de la rutina en la que caen la mayoría de las parejas convencionales. Tratando de avivar sus sueños de juventud deciden, motivados por un plan de April, abandonar EEUU e irse a vivir a Paris. La decisión desencadena una angustiante crisis, los miedos más profundos surgen de las profundidades del pasado y se reactivan.
El trasfondo de la trama te confronta con preguntas básicas y universales: ¿puede una pareja romper con la rutina sin que la relación se acabe?  ¿la felicidad reside en tener una familia feliz, hijitos y un trabajo que dé dinero aunque no te guste? ¿Los sueños se acaban cuando nacen los hijos? ¿Se puede vivir sin sentir las cosas, sin realmente sentirlas? ¿Resignarse ante la vida monótona es un buen plan? ¿Será cierto que las oportunidades sólo se presentan pocas veces en la vida? ¿Que si no las tomas se te va el tren? La misma April dice en un momento: ¿quién inventó estas REGLAS?
Desde que llegaron a Revolutionary Road, la calle donde viven, los Wheeler se han creído diferentes al resto de los vecinos que los rodean, son personas preparadas, especiales, que tienen ideales más elevados. Han decidido que la inercia, el desconsuelo que les rodea no los atrapará nunca, pero con el tiempo sienten que se han convertido en eso que estaban evitando.
El plan de cambiar sus vidas al principio suena como algo excitante, un reto para la familia. A medida que avanzan hacia el día de la mudanza a Francia, las cosas comienzan a cambiar, el acuerdo inicial y mutuo se resquebraja. April se quiere ir, Frank ya no está muy seguro. Las presiones entre ellos aumentan -pero en direcciones diferentes- uno quiere escapar y el otro quedarse. April le dice a Frank: ¿No podemos pretender que ésta es la vida que queremos? Vecinos y amigos -presos de la monotonía- no entienden nada. ¿Por qué querer irse de Connecticut, si la vida allí es perfecta? Una noticia inesperada añade más tensión y los obliga a actitudes extremas y desesperadas.
Un tercer personaje, clave, impresionante es el hijo, matemático y loco, de una vecina de los Wheeler. Vive en un psiquiátrico y motivado por su madre conoce a la joven pareja. Su sinceridad sabia y antisocial, al inicio conmueve, luego golpea, lacera. Quizá es el eje de toda la película, revela el trasfondo, lo arquetípico de la historia contada, lo ancestral. Nos habla sobre los deseos más íntimos de cualquier humano, de la pasión, de la desesperanza. Sus diálogos (casi soliloquios) son apabullantes, es «la verdad nunca dicha», lo negado: El tabú. La película va aumentando en tensión y drama, hasta un punto en que es irresistible, hiriente para el espectador. El desenlace es genial. Tal vez la película más genial que he visto en años.
La realización impecable, los actores están sublimes (buena dirección), el guión de la adaptación no tiene una palabra de menos ni de más. El arte es pulcro, los vestuarios, la ambientación perfecta de la época. La película es una mirada acertada y profunda de EEUU y su sociedad en los años cincuenta: un desarrollo industrial sin precedentes, un país que se convierte en potencia, personas abrazando el incipiente parásito del consumismo, el nacimiento de las necesidades creadas y la televisión que se convierte en bandera tecnológica (los niños ya no serán los mismos jamás).
Lástima que Kate Winslet ya esté nominada para los premios Oscar por otra película The Reader, ésta es sin duda la mejor actuación de su carrera. Bravo Mendes y Yates, gracias por no subestimarnos. En general, American Beauty, una película anterior de Sam Mendes, me gusta más, pero Sólo un sueño me quitó el aliento. Hasta conflictuó mi rutina de ir por unos tacos luego de una buena peli. Uhmm uhm, ¡mis rutinas!
Taika Ramé

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