Ayer por fin terminé de verme la serie documental de Netflix sobre Osho llamada «Wild Wild Country» de Maclain Way y Chapman Way.
Es un trabajo de investigación y documentación abismal y muy bien hecho. El trabajo de edición y postproducción es para un bravo, bravo.
No hay que perder de vista que es un documental hecho en EE.UU por Netflix y lo que eso signfica. Como bien dice mi amiga Maranta Rubiera tiene «el estilo sensacionalista del gringo style».
Es impresionante lo que la devoción ciega por los gurús puede producir en las personas. Yo que tengo orgullosamente problemas con la autoridad no paré de hacerme esta pregunta: ¿puede una devoción desvirtuada como esa ser el camino a la Iluminación, a la vida en paz, a la no violencia, a la vida en comunidad? Yo creo que no.
Si algo tiene la búsqueda espiritual es precisamente el cuestionamiento de todos los «esto es seguro» o «esto me salvará», el de la propia alienación. Es una mezcla entre perder y recuperar la esperanza mil veces.
Es verdad que las personas que tienen más años de práctica que nosotres pueden servir de inspiración y de guía, pero NUNCA debe delegarse la gestión de la ética personal a otra persona.
Así sólo estás delegando tu posibildad de ser libre o, mejor dicho, de ir siéndolo en cada momento. Y sin el ejercicio de la libertad no hay cese del sufrimiento ni para ti ni para los que te rodean.
Osho, el ser humano
Yo he leído bastantes libros de Osho y creo que son inspiradores. Sin embargo, la mitificación de cualquier humano nunca es buena idea. Sea quien sea. Está claro que Osho no estaba iluminado y él mismo lo reconocía. La devoción que nubla la razón es una especie de sordera. Nadie escuchó lo que Osho decía sobre sí mismo. Estaban embelasados con la representación que tenían en su mente sobre quien era Osho. Estaban dispuestos a ceder su poder.
«Wild Wild Country» es un testimonio de miles de personas de lo que bajo ninguna excusa se debe repetir.
Exacto, María José. Tal cual.
Eso es manipulación de masas y negocio.